Volví a emparejarme, estaba claro que no sabía estarme quieto y gracias a que ella tenía un niño de 10 años, mi interés por los juegos de mesa familiares renació.
Compré unos pocos juegos de esta categoría como Kodama y Saboteur las minas perdidas. Metí la pata con El valle de los mercaderes que no nos gustó y volví a meter la pata cuando lo intercambié por Queen's Architect.
Mi hermano me dejó algunos juegos, un euro clásico de nivel como Puerto Rico, un filler de cartas basado en las historias de Tolkien: El señor de los anillos, la batalla de la Tierra Media, y el superventas 7 Wonders.
Por casualidad y gracias a una aplicación que buscaba intereses varios en el barrio, dí con Ana, una chica jugona y, con ella y un par de desconocidos más, hicimos un pequeño grupo de jugones de barrio. Las partidas fueron o en Epic, un bar con juegos donde seguimos con partidas fáciles tipo party a Fantasma Blitz y Camel Up, y en un local de los vecinos de Ana donde conocí cosas más interesantes como Pandemic Reign of Cthulhu y su juego preferido: Los viajes de Marco Polo. También seguía jugando en casa con juegos que Ana nos prestó como 21 Motines, Dead Panic o El Símbolo Arcano. Ella controlaba mucho más que nosotros y me servía de referencia para probar cosas que desconocía totalmente.
Mi interés y el de mi pareja, por los juegos de mesa iba creciendo, así que fuimos descubriendo más juegos. Compré unos cuantos: Pandemic, Reconquista, La vuelta al mundo en 80 días, The Island y uno que me hizo mucha ilusión por mi afición lectora a las historias de Lovecraft: Arkham Horror 3ª edición.
Lo cierto, es que no tenía un criterio definido para los juegos de mesa. Iba picoteando de aquí o de allí con los ojos medio cerrados-medio abiertos, intentando enfocar con nitidez. Así que para "culturizarme" empecé a mirar webs, escuchar podscats, ver vídeos o leer reseñas. También fui a menudo a las tiendas a curiosear y hasta jugar a alguna que tenía espacio habilitado y juegos disponibles para los clientes como Metropolis Center.
Era un jugón de barrio, con unos pocos juegos en casa, sin saber muy bien por donde encaminarme ni hacia donde dirigirme en mi ocio lúdico. A la vuelta de la esquina me esperaba un cambio radical en mi manera de continuar en la afición.